viernes, 12 de julio de 2013

Cuando la lluvia hace efecto.

Caminar por las calles bajo la lluvia no es bueno. Nunca lo ha sido. Es melancólico. Aunque nos guste, nos deprime. Es una relación amor-odio demasiado bien definida. Las gotas nos recuerdan a las lágrimas. Al menos, a mí sí. Y son los días de lluvia en los que apetece acurrucarse en la cama bajo las mantas, a beber un café caliente para descongelar las tripas y, de paso, despertar el corazón. Son los días en los que todo falla, en los que no hay una palabra para arreglarlo, ni un gesto. Y eso desespera, y no sabes que hacer. Y mueres. O te matan. Con dolor.
 Porque la lluvia duele. La lluvia trae recuerdos de ciertas personas que ya deberían de haber sido olvidadas, pero que todavía no lo has conseguido. <<Dee>>. Era demasiado bonito como para ser verdad. Dicen que las cosas se estropean en cuanto les pones nombre; pero basándome en mi experiencia, el nombre ya estaba puesto desde hace tiempo y todo se torció mucho después. Aunque no le hubiésemos puesto nombre, tarde o temprano se habría acabado.
 Porque la lluvia duele. Es como un estribillo que se repite en tu cabeza. Ploc, plic, ploc-ploc, plic-plic. Gotas que caen sobre ventanas, sobre tejados. Manifestaciones de el constante estado de ánimo de algunos, y que no porque se muestre y lo compartamos nos hace sentir mejor. En el aire flotan los momentos de tu vida en los que por un instante fuiste feliz, lo días de Sol que se han visto nublados por alguna nube traicionera cargada de malas intenciones. Porque aunque cantes, bailes o abraces a alguien bajo la lluvia la sensación de que falta algo no se va hasta que todo en tu cabeza se despeja y puedes empezar a volver a pensar con claridad. Necesitas salir de este invierno continuo, despertar un poco el verano que parece que nunca va a llegar. Todos queremos que llegue, aunque traiga consecuencias.
 Porque la lluvia duele. Las calles mojadas duelen. Todo duele y la nada no ayuda. No hay ningún estado durante un día húmedo en el que no parezcas cansado, demacrado, gris o, por lo menos, desanimado. Como el cielo. Sólo la música sirve de bálsamo para la herida que este tiempo deja en ti. Cierras los ojos, balanceas la cabeza o la apoyas contra el cristal del autobús. On. Music.The Pretty Reckless. You. Play.
 Y, como siempre, te vas con la música a otra parte.