lunes, 1 de abril de 2013

Aprender a tonos grises los colores.


Por dónde empezar. Cómo explicar las lágrimas que me ahogan todas las noches. Lo siento tanto. El daño que te hice, que nos hicimos.  Nunca fui de pedir perdón. Sé que ya no hay vuelta atrás pero siempre me gustó ser sincera contigo. Confesarte (aunque a destiempo) lo mucho que te quería (como odio los verbos en pasado...) No he sabido expresar esto, ni tampoco la soledad que me aprieta el pecho cada mañana al despertar. Me escondo en un mal humor heredado de mi padre, en una táctica de defensa, en un intento de creer que hubo algo más que yo para hacerme sentir a mí misma un poco mejor, escapar durante un rato de la culpa. Ójala supiera decirte que puedes confiar en mí, y ójala tú supieras creerme pese a todo. Ójala volviéramos a ser el nosotros que siempre prometimos. Completar lo que nos falta, comiéndonos a besos, y también a palabras, palabras que no sé decirte pero mis dedos se encargan de escribir. Nunca supe escribir algo triste sin llorar como tampoco supe llorar sin que se me corriera el maquillaje. Necesitaba una vía de escape. No supe darme cuenta de que mi única vía de escape siempre fuiste tú. Demasiadas verdades en forma de teclas, otras muchas entre líneas, quizá porque yo no sé expresarlas. 
Supongo que siempre supe que tú merecías a alguien mejor.

   

No hay comentarios:

Publicar un comentario